Cuando entré a la universidad tenía algunos temores y paranoia que jamás hasta hoy compartí con nadie, ni siquiera con mi familia. Me alegraba la cercanía de mi casa con la escuela...a los pocos días de matricularme tenía un plan de escape de C.U. y es que siempre he sido bastante cobarde. Conocía los kilómetros exactos que separaban a la Facultad de Ciencias Políticas de casa, sabía que jamás podría correrlos de seguido, me fascinaba el hecho de que una de mis amigas viviera sobre la acera del paradero, a unos metros de "El Paso" y que su casa tuviera una puerta trasera que diera a Santo Domingo y otro amigo cercano viviera a unos pasos de Copilco...
Me alegra que aún hoy a mis casi 30 años, no se me deja de partir el corazón cada vez que visito el campus central de C.U. y dedico un pensamiento a esa generación...y desde 2002 asisto sola cada octubre (aunque no precisamente el 2) a dejar una veladora, una flor, un poema (aunque a veces me parecen una insignificancia) a la memoria de los caídos y sobrevivientes...
