Al filo de las diez pienso en ti y me regocijo en la alegría de tenerte y ver tus ojos. De revelelarte mi denudez, de caminar en un sendero de hojas caídas y escuchar mil historias entre tus brazos tendidos a la sombra de un maple.
Me regocijo en la idea de encontrar un alma como la mía, la tuya.
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