Saturday, October 23, 2010

AJEDREZ

Entro en la habitación en penumbra y me acerco al ventanal que da al jardín para correr la cortina y que entre un poco de luz, la habitación tiene un aire lúgubre y polvoso. Aspiro hondamente para confirmar que ya no guarda el olor a tabaco del abuelo. Pongo una mano sobre el viejo sillón y dirijo la mirada a una mesa vacía, donde solía estar una caja de puros.

Me paro frente al librero, siguen ahí las enciclopedias, noto que la enciclopedia de México esta desordenada y decolorada, recuerdo que me fascinaba como sus tomos formaban una serpiente en tinta dorada…

Entonces lo veo, no había reparado su presencia. Me acerco al viejo tablero de ajedrez, contemplo por unos segundos sus piezas empolvadas, rozo con el dedo índice un peón negro y escucho al abuelo diciendo “piensa cómo te vas a mover, concéntrate”.

Mi mirada cae sobre la torre blanca, no quiero tocarla. “La princesa de la torre blanca” así me decía él.

Han pasado 15 años desde la última vez que estuve en esa habitación. Recuerdo que escuché a mi papá y al abuelo gritar, un portazo y después a mi papá llamándome. Me acerque a él y me tomó de la mano para salir. Subí al coche sin decir una palabra y mire la puerta de la casa. El abuelo no estaba, como siempre que nos despedía. Vi algo azul cielo en el piso cerca de la puerta, era el listón que adornaba mi cola de caballo. Se debió caer cuando salí de prisa, intentando igualar el paso de papá. Yo tenía casi doce años, en ese momento me sentí mucho menor. Sabía que mi papá estaba muy enojado para atrasarlo por un estúpido listón.

Mientras crecí, en las raras ocasiones que alguien preguntó si sabía jugar al ajedrez, siempre contesté que no y que jamás había jugado. Mentía. Esa fue la última vez que jugué al ajedrez y que vi al abuelo.

Tomé la torre blanca, la limpié con las manos y sentí el peso de la pequeña figura de mármol en las manos, la puse fuera del tablero y con un sutil toque la derribé, como si con ese gesto derribara los recuerdos.

1 comment:

Necio Hutopo said...

Pues muy mal hecho... Los recuerdos no se derriban... No, al menos, que prefieras construirte sin cimientos...