Thursday, June 23, 2011

De amor y tonterías

Les voy a platicar de la primera vez que me di cuenta de la existencia del sexo opuesto, o más bien de la primera vez que me note que me eran atractivos. En general fui una niña bastante reservada al respecto, no tuve novios en el jardín de niños, ni durante la primaria, no entendía cuando alguna de mis amigas se obsesionaba por algún ídolo juvenil, tenía muchos compañeros de juego varones y en lo general me parecían bastante ordinarios…hasta esa tarde.

Era el año de 1995, tenía 12 años. Una tarde de fin de semana, estaba en casa leyendo - no recuerdo si por gusto o por obligación- un libro sobre mitos y leyendas con una portada amarilla. Tenía una duda, el acto lógico era preguntar a mi hermana mayor. Recuerdo que me dirigí al estudio con la cabeza metida en el libro, en la puerta esboce mi pregunta “Hermana, ¿Quién es Lu…” hasta que alce la vista para quedarme muda. Estaba ahí de pie con sus 17 años, botas negras de motociclista, jeans, camiseta blanca, chaleco negro y paliacate en la cabeza (bueno, eran los noventas). Piel blanca, cabello obscuro, espalda ancha. Mi hermana trataba de aguantar la risa mientras decía “Alejandro, ella es mi hermana”. El sonrió, dio un paso al frente se inclinó para darme un beso en la mejilla, mientras me decía “Hola”. Eran compañeros de clase, había venido a recoger unos libros que mi hermana le prestó, se despidió, yo sólo atine a moverme a la izquierda para darles el paso, mi hermana lo acompañó a la puerta. Escuche el motor del auto negro estacionado frente a la casa. Salí quedándome detrás de ella, él se asomo por la ventanilla y sacó la mano para decir adiós.

Después de ese día casi moría cuando en los pasillos del colegio nos topábamos (rara vez) y me hacía alguna seña… Alejandro fue mi amor platónico todo ese año y algunas veces ahora también lo es…

2 comments:

Necio Hutopo said...

Vale, por lo que se nota que ya entonces tus gustos eran más bien malos tirando a suicidas...

La princesa sin castillo said...

Si bueno, dicen que toda buena o mala conducta empieza a temprana edad... Uno al final no cambia demasiado